La sexualidad y erótica nos acompaña durante todo el ciclo vital y pretender restringirla a un periodo de tiempo en función de la edad como se viene haciendo no solo es un error, sino un grave error ya que deja en los extremos fases tan importantes y relevantes como éste.
Ese periodo “preestablecido” solía comprender la parte central de la vida de un sujeto, pero al aumentar la esperanza de vida, dicho periodo va quedando cada vez más a la izquierda en la línea o eje horizontal que demarca el ciclo vital y mucha vida a la derecha que si bien va presentando novedades, no han de ser motivo para dejar de poner en juego los deseos en cada encuentro (o si se entiende mejor, renunciar a una “vida sexual” y sus placeres, si así se desea).
Por ello, considero que la madurez en lo que a sexualidad y erótica se refiere no debe estar asociada a una edad determinada y por supuesto tampoco tener una fecha límite o de fin dentro del ciclo vital.
Algunas de esas novedades o cambios que se producen en la mujer y el varón parecen dar respuesta a circunstancias que se pueden encontrar con el paso de los años. Hay que tener en cuenta, no obstante, que ni todos los sujetos sufren cada uno de ellos, ni que los que sí viven algunos, lo hacen a la misma edad o de la misma manera e intensidad. Vamos a nombrar los más característicos:
En mujeres el cambio en los niveles de estrógenos puede ocasionar una falta de deseo, disminución de la libido, así como, una menor lubricación vaginal en diferentes grados hasta la sequedad vaginal, lo que puede desencadenar dispareunia o lo que es lo mismo, dolor a la penetración y se sume como un motivo más para que la apetencia disminuya. El malestar o dolor a la fricción puede mitigarse dando valor y tiempo a la estimulación para que la zona llegue a humedecerse y/o usando lubricantes. Ello puede llevar a descubrir o redescubrir los propios “mapas de placer”, algo que siempre es positivo.
Otros síntomas hormonales que pueden aparecer son los sofocos, sudores, palpitaciones, vértigos, mareos, dolores de cabeza, trastornos del sueño, entre otros.
En el varón se presentan erecciones más lentas y con menor firmeza como proceso evolutivo esperado. Cuando esto comienza a suceder puede generar ansiedad, irritabilidad, susceptibilidad, dificultad de concentración, miedo, disminución del interés e incluso rechazo a mantener encuentros eróticos. Esta circunstancia suele mejorar si se comprende que forma parte de un proceso lógico y no patológico por un lado y si se concede, nuevamente, mayor tiempo para la estimulación y el disfrute lento, por otro.
Tanto en varones como mujeres puede aparecer una excitación y orgasmo menos intensos y más lento. El tiempo y la imaginación vuelven a ser la respuesta.
Hay otra cuestión que también puede alterar la percepción de una vida satisfactoria y sumarse a los “problemas” percibidos. Son los falsos mitos. Entre ellos:
Ellos siempre están preparados y a punto para mantener encuentros eróticos. Evidentemente, no es así. Todo sujeto (mujer y varón) tiene sus preferencias y circunstancias en las que se propician encuentros más o menos excitantes.
Si su erección no es tan vigorosa como en décadas pasadas es sinónimo de disfunción eréctil. En la mayoría de los casos, que esto suceda no esconde una patología detrás, sino un proceso lógico y común. De hecho, hasta los más jóvenes han de lidiar con esta falsa afirmación y aunque esto, en el caso de los jóvenes, es otro tema en el que no pretendo entrar, diré que esta creencia popular hace mucho daño pues crea varones estresados y agobiados por cumplir una meta, meta que ni siquiera es realista.
El foco central y fin de todo encuentro erótico son los genitales y por tanto la penetración. Totalmente falso. Si bien es cierto, hasta la fecha existe esta obsesión por el coito, pero he de decir que es el origen de muchas de las preocupaciones y quebraderos de cabeza. Se podría decir que el Coitocentrismo es el origen de la patologización, una patologización errónea.
He aquí una de las claves, los cambios de los que vengo hablando se han adoptado como patología cuando, como ya decía más arriba, no suelen serlo. Por regla general forman parte de un proceso esperado por la evolución del organismo con el paso de los años. Y no, no es cuestión de aceptar que ya no se puede disfrutar, sino de encontrar el modo de seguir haciéndolo, descubrir un horizonte que quizás no se ha explorado hasta el momento. Merece la pena intentarlo, ¿no?
Quizás sea más interesante, aprovechar los cambios que se van produciendo en las diferentes etapas para enriquecernos de un disfrute que también evoluciona y cambia. De este modo se amplia el abanico de maneras de vivirse y prácticas que cumplen ese objetivo.
Siempre he creído que la naturaleza va por delante del ser humano. Es tremendamente sabia y diversa y nos muestra a cada paso que vamos dando más y más opciones. Nos propone estar en continuo cambio, moviéndonos, redescubriéndonos y reinventándonos. Que suerte la nuestra.
A continuación, algunas ideas que pueden aportar una visión más positiva sobre transitar la vida.
- Si se buscan, se encuentran maneras de disfrute de cada momento o etapa. Si esto se produce, se abre un abanico de posibilidades a veces poco exploradas que convierten a la pareja en aventureros e intrépidos en lo que a esta materia se refiere.
- Redescubrir el cuerpo y lo que gusta.
- Generalmente se gana madurez y sabiduría.
- Amantes especializados por las experiencias eróticas previas VS amantes torpes e inexpertos (etapa previa – jóvenes nóveles).
- Habitualmente coincide con la emancipación de hijos, o al menos con edades de estos que permiten tener de nuevo espacios más íntimos.
- No hay embarazo. Esta es una cuestión que produce tranquilidad.
- Breve conclusión a poner en práctica, si se desea…
- Mayor tiempo de estimulación. Juegos eróticos.
- Lubricación con geles y trabajo de la musculatura pélvica.
- Concederse disfrutar del camino, dando menos relevancia al destino.
MSonia Ruiz.